Hoy me ha preguntado un compañero del trabajo si creo en Dios. Ha sido en el rato del desayuno. Estaba lloviendo. Café con leche y sacarina, por favor. Y tostada, completa, con aceite, tomate y jamón.
Hoy me ha preguntado un compañero si creo en Dios. Anoche asistí a un concierto de música clásica. Las Siete Palabras, de Haydn. La Cuaresma, según Austria. Al cuarteto de cuerda lo acompañaba una bailarina, que con los movimientos de su cuerpo interpretaba lo que Cristo en la Cruz debió sentir. Dolor, miedo, dudas, vértigo, esperanza… Un espectáculo elegante, de sobriedad serena, sobrecogedor por momentos, hermoso todo el tiempo.
Hoy me ha preguntado un compañero si creo en Dios. He pensado en la bondad y la maldad como realidades plenamente humanas. El bien y el mal, el dolor y el placer, la belleza y la fealdad, lo eterno y lo pasajero. La dialéctica hegeliana, tal y como me la enseñaron en el instituto, ahora que quieren quitar la Filosofía de la Secundaria.
Hoy me ha preguntado un compañero si creo en Dios. Me he acordado de la casa de mis abuelos siendo yo un niño. De aquella imagen de la Virgen del Carmen, creo que era, pero bien podría ser María Auxiliadora o la Inmaculada, mi memoria no es tan precisa, que iba de casa en casa en su hornacina de madera y cristal. He recordado aquellas vivencias mientras limpiaba la plata de la cofradía en las vísperas de la Semana Santa o aprendía a tocar la guitarra con las canciones de la catequesis.
Hoy me han preguntado si creo en Dios. Y he pensado que los milagros los obran las personas. Que afortunadamente existen científicos y médicos y bomberos y voluntarios y artistas… gente altruista que busca en el bienestar de los demás su propia felicidad. Y personas capaces de sacrificarse por otras sin esperar nada a cambio. O tal vez sólo por la pequeña satisfacción que produce la sonrisa de otra persona.
Hoy me ha preguntado este compañero si creo en Dios. Y me he ido por los cerros de Úbeda. Que si a ratos, que si de un modo interesado y cómodo, que si cuando lo necesito…
Hemos terminado de desayunar y hemos pagado en la barra. Ha dejado de llover. Y he pensado que, por ahora, tengo trabajo, que como todos los días, que tengo salud y tengo formación y memoria, que puedo disfrutar de la belleza del arte porque primero he aprendido a apreciar las cosas bellas. Que, como Cristo en la cruz, a veces siento miedo, dudas, desasosiego pero también esperanza, que estoy rodeado de gente que vale mucho la pena, en lo personal y en lo profesional. Que tengo una vida relativamente fácil, pese a lo complicado que, de por sí, es vivir; que soy moderadamente feliz y, en cualquier caso, mucho más feliz que millones de personas habitantes de este mismo planeta.
Hoy me ha preguntado un compañero si creo en Dios. Y yo me pregunto: ¿Qué es Dios?
