Al llenar por primera vez el depósito de mi Drag Star el día de mi partida en Sevilla, comprobé que hasta ese momento le había hecho 12.003 millas a la moto. Al dejarla guardada en el garaje el día de mi regreso, marcaba 15.760. En total, 3.757 millas, o lo que es lo mismo, 6.048,77 kilómetros en los quince días que duró mi viaje. El de Ferrán, que partió de Barcelona y luego se quedó allí, cuatro días menos y unos 2.000 kilómetros menos, aproximadamente. Carreteras de seis países (España, Francia, Alemania, Austria, Suiza e Italia) en cuyas lenguas, y en alguna más, hemos aprendido a decir ‘buenos días’ y ‘gracias’, y en los que hemos tenido la oporunidad de toparnos con maravillas únicas como La petit France de Estrasburgo, el castillo de Neuschwanstein, en Baviera, todo el impresionante centro histórico de Múnich, el sobrecogedor campo de concentración de Dachau, los espectacuares lagos Konstanz y Como, los puertos de montaña de Warth y St. Moritz, la pintoresca Gravedona, el misterioso Obestraufen…
Sevilla-Barcelona. Dos jornadas de etapa técnica, nada reseñable.
Barcelona-Estrasburgo. Otras dos jornadas. Parada en Orange. Prácticamente todo por autopista. Nada reseñable. Al llegar a Estrasburgo decidimos quedarnos allí un día y visitar algo la ciudad.
Empieza lo bueno. Selva Negra. Espectaculares paisajes de bosques, en los que las motos se ven diminutas al lado de árboles de 40 o 50 metros de altura. Buenas carreteras y bonitas curvas. Es el país de los relojes de cuco.
Salimos de la Selva Negra para recorrer el parque natural en torno al río Danau y terminamos en el lago Konstanz, hermosísima frontera natural entre Alemania y Suiza. La etapa termina a los pies de los Alpes. En dos palabras: im-presionante.
Nos dirigimos a Baviera. Pero, ya que estamos, damos un pequeño rodeo y nos metemos por los Alpes austriacos. Comer en un prado junto al murmullo de un río a la sombra de una montaña no tiene precio… Terminamos la jornada visitando el majestuoso Castillo de Neuschwanstein, el monumento más visitado de Baviera y tal vez de Alemania.
Llueve. Lo mejor es no pensárselo y salir cuanto antes para Múnich. Hay que buscar alojamiento, y stamos a dos días de que comience el Oktoberfest, lo que se antoja complicado. Nos dirigimos directamente a Dachau, a 18 kilómetros al norte de Múnich. Allí nos quedamos tres días.
Hay que empezar a pensar que esto se acaba, pero no hay que lamentarse. Nos espera otra preciosa etapa alpina. Cruzamos la cordillera desde Garmish-Partenkirchen a Gravedona, junto al logo Como: es la jornada más internacional: Alemania, Austria, Suiza e Italia.
Última jornada en los Alpes. Hacemos noche en Gap (Francia).
Queda poco que rascar. Es otra etapa técnica, una paliza para llegar a Barcelona, donde la mitad catalana de la expedición pone fin a su viaje. Grandes abrazos de despedida, promesas de seguir en contacto, intercambio de fotos… y a descansar, que me espera aún un tirón.
Es la etapa más desagradable. Solo y para poner el punto final al viaje. La realizo en dos jornadas, haciendo noche en Santa Olalla (Toledo). La suerte, la intervención divina o la casualidad quiso que cambiara la ruta de la ida (por el Levante) y me cruzara la meseta para llegar a casa. Me libré de una gran tromba de agua. Hasta eso ha salido bien…
Gracias a todos los que habéis seguido este relato. Espero que os haya entretenido y que pueda ayudar a quien se decida en el futuro a emprender un viaje similar. Éste concluye aquí, aunque seguirá vivo en el recuerdo. Y ya estoy empezando a perfilar el del próximo verano. Besos y abrazos.
