Imaginen a un flamenco del jerezano barrio de San Miguel cantando por seguiriya, granaína o martinete. Un Manuel Torre o un Antonio Chacón, por ejemplo. Pero que en lugar de por una guitarra de palo o por rítmicos golpes sobre el yunque de una fragua se hiciera acompañar alternativamente por la banda de Stevie Ray Vaughan o los propios King Crimson.
Ese artista existe. Se llama José Galán, pero aparece en los carteles como José de los Camarones. Tiene la experiencia de los cabales, la inquietud de un adolescente queriendo comerse el mundo, y la voz de un trueno con la pegada de un rayo. Afina con la precisión de un cirujano y sobre el escenario parece un dandy, con su camisa blanca, su traje gris y sus pañuelos de colores, envuelto por una capa de misterio y con la actitud y los movimientos de Mick Jagger.
José de los Camarones presentó el sábado en Sevilla los temas de su último disco en un concierto en la Sala Malandar, en el que estuvo teloneado por Malabriega, una de las bandas que mejor rock progresivo andaluz está haciendo en estos momentos y que aprovechó la ocasión para adelantar alguno de los temás que formarán parte de su próximo disco.
José de los Camarones, acompañado por una banda compuesta por guitarra eléctrica, bajo, percusión, una trompeta y algo de electrónica, interpretó algunos de los temas que aparecen en su último disco, Anclé mi alma, incluido el que da título al álbum. Muchos de estos temas forman parte de la banda sonora de algunos de los títulos de las películas del último proyecto de Gonzalo García Pelayo, como el Ave María Magdalena de Así se rodó ‘Carne Quebrada’, o El pregón de los camarones que interpreta el artista en Alma quebrada, una película, por cierto, que cuenta mucho de la verdad y el arte de José de los Camarones.
También interpretó sus Tangos de la libertad, en los que vuelve a reivindicarse como camaronero y enarbola con la fuerza de todo un manifiesto vital. Con su pegadizo estribillo («No me metas bulla, déjate llevar, que una cosita es tiempo y otra cosa es el compás»), el de Jerez hace toda una declaración de intenciones frente a un mundo como el nuestro, más de urgencias que de verdades.
Magia y misticismo
Reconozco que me sorprendió. Había escuchado algunos de sus temas, me había encantado en las películas de Gonzalo. Pero en directo, como casi siempre, es otra historia. José de los Camarones es pura verdad. Un artista sin imposturas. Un desconocido para la mayoría, pero respecto del que todo el que se topa con él se pregunta dónde estaba escondido.
Había algo místico en el ambiente. Su voz sonaba como si saliera de las entrañas de una catedral. El público lo escuchaba en el silencio de un teatro y no con el bullicio propio de una sala como Malandar. Hubo momentos en los que parecía un sacrilegio romper con los aplausos que pedían los cuerpos de los presentes la magia creada por el jerezano. El dueto con María del Tango, otra artista con un torrente y una proyección que pareciera no tener límites, fue otro de los destellos emocionantes que tuvo la velada.
De Malabriega qué puedo decir. Admito que no soy objetivo con ellos, pero tampoco lo pretendo. Los conocí a punto de sacar su primer disco cuando investigaba para mi libro sobre la Historia del Rock Andaluz. Y, desde entonces, sólo los he visto ir para arriba. Este sábado precedían a José de los Camarones en el concierto de la Sala Malandar y volvieron a darlo todo, con una formación renovada por la marcha del anterior bajista, Sergio Carmona, para emprender nuevos proyectos, y la incorporación de Alfonso Vidal, anterior bajista de la mítica Zaguán.