De Calais a Dover nos llevaron. En ferry, bastante barato a mi entender (25 euros el pasaje sólo de ida, moto incluida). A partir de Dover condujimos nosotros hasta Ely, a 15 millas al norte de Cambridge. En Inglaterra las limitaciones de velocidad son más estrictas aún que en España (en Francia, en las autopistas, al menos, se puede circular hasta 130 kilómetros por hora), y sobre todo, las limitaciones vienen marcadas en millas. En autopista, por ejemplo, no se puede circular a más de 70 millas por hora, unos 115 kilómetros.
El paisaje de la campiña inglesa es muy diferente al de Francia. Las carreteras son estrechas, sin arcenes, aunque el firme es bueno. En autopista, cerca de las grandes ciudades (nos pasó en Londres y, más adelante, legando a Portsmouth), suelen producirse atascos del quince. Ojo con eso. La gasolina, aunque está en libras, creo que es más barata que en Francia. La pagamos a 1,2 libras y en Francia la hemos llegado a pagar a 1,52 euros.
Nos quedamos en Ely, un pueblecito precioso con una de las catedrales más importantes de Inglaterra, desde el día 19, en que llegamos, hasta el 23, que nos fuimos hacia el sur. La boda de mi hermano era el 21, el 22 era para la resaca… Y el 20 lo dedicamos a visitar la siempre hermosa ciudad universitaria de Cambridge y el Imperial War Museum de Duxford, a mitad de camino entre Ely y Cambridge, emplazado en un antiguo aeródromo que tuvo su importancia estratégica durante la Batalla de Inglaterra, en la II Guerra Mundial. Por cierto, que en esta batalla se utilizó el autogiro diseñado por el ingeniero español Juan de La Cierva, uno de cuyos ejemplares se puede visitar en este museo. Para los amantes de la Historia, la aviación y la industria militar.
