Tours, capital del Valle del Loira. Hermosos castilletes de cuento jalonan el camino hasta este punto en el centro de Francia. Una verdadera sorpresa para el viajero, que se topa con la ciudad donde está enterrado San Martín y donde estuvo asentada la corte francesa a finales del siglo XV por pura casualidad. Cuestión de números. Se encuentra justo a medio camino entre Bayonne y Calais. La ciudad fue bombardeada durante la II Guerra Mundial, pero, tal vez de nuevo por casualidad, las bombas respetaron su centro medieval y sus espectaculares palacios renacentistas y barrocos.
El navegador GPS dice que nos encontramos a unos 1.200 kilómetros al Noreste de Sevilla, nuestro punto de partida. Pero el contador dice que ya llevamos recorridos unos pocos más, del orden de 1.600, la cuarta parte, aproximadamente, de los que habíamos calculado que haríamos antes de emprender la marcha. Será cierto que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Pero ésta no existe en las carreteras. Y así debe ser.
En lontananza ya se vislumbra el Canal de la Mancha y el final de las autopistas. Nos queda sólo un tirón para completar la segunda parte de este viaje. La primera fue imaginarlo. Tras un interludio con casamiento incluido, comenzará la tercera parte de la aventura. Atrás dejaremos las autopistas y a la Gran Bretaña, y nos sumergiremos en la Bretaña francesa.
Desde la ventana del hotel se ve la estación de tren de esta ciudad a cien kilómetros de Le Mans, por la que pasaremos mañana camino de Calais. Y por TVE internacional me entero de las riadas que se han producido en la provincia de Córdoba. Hemos tenido suerte. El tiempo que nos ha acompañado no ha podido ser mejor: sol y buena temperatura. Sólo al llegar a Tours el cielo se ha cubierto de nubes; pero nubes blancas que no presagian lluvia. De momento; ya veremos mañana.
PD (en clave): Saludos desde la bella Tours a quien se ha vuelto a Sevilla desde Matalascañas por culpa del mal tiempo.
