¿Te acuerdas, quillo, de la última vez que salimos con la moto los dos juntos? Sí, fuimos al Monasterio de Tentudía. Los primeros días de aquel mes de diciembre. ¡Y qué frío hacía, cojones! ¿Te acuerdas? No quisiste entrar a visitar el monasterio porque estabas muerto de frío y era imperativo pedirnos un café en aquel solitario bar para calentarnos las manos. Me acuerdo que acompañamos el café con un bocadillo de jamón de Monesterio. Uno cada uno, por supuesto. Ya no tenían tostadas, por la hora, pero sí nos hicieron un bocadillo.
Recuerdo la niebla que se nos echó encima en los últimos metros de la subida al monasterio. No creo que fuera ni un kilómetro. Ese silencio, esos árboles como fantasmas rodeados de una espesa niebla, a un lado y otro de la sinuosa carretera. Y ese suelo, húmedo y resbaladizo por las hojas caídas del otoño en el tramo final. También se me viene a la memoria el camino de vuelta, tratando de escapar de la tormenta que seguía nuestros pasos y terminó alcanzándonos llegando ya a Santiponce. La excusa perfecta, ¿te acuerdas? para pararnos en El Ventorrillo Canario y comer carne a la brasa y papas arrugás con mojo picón. ¡Qué de tiempo hacía que no entraba allí! Y qué de tiempo ha pasado desde entonces.
Hace poco he vuelto a salir de ruta con la moto. Esas rutas que nos gustaban a nosotros, escapadas de ida y vuelta en el mismo día, bien para comer fuera y volver con el sabor del café aún en la boca, o bien para comer ya de regreso, allí donde Pepote, en el Altozano. He conocido a un grupo de moteros, como éramos tú y yo, que sale a rutear los fines de semana desde Sevilla, y algunos días he salido con ellos y lo he pasado muy bien. Son gente sana, cada uno de su padre y de su madre, que disfruta de la moto y la disfruta en compañía.
Puesta a punto
He aprovechado y he puesto la moto a punto: le he arreglado, por fin, el guardabarros trasero, que aún tenía la marca que aquel conductor de VTC le hizo estando parado en el semáforo y luego se dio a la fuga. También he tapizado el respaldo, que estaba el pobre que daba pena. Y le he cambiado las gomas y le he hecho un reglaje de válvulas, que no se lo había hecho nunca, y la moto va ahora fina, fina. Y he recuperado las ganas de salir con la moto.
Desde que tú no vienes conmigo, llevo puesta tu chupa de cuero cuando salgo con la moto. Y tu San Cristóbal y tu San Rafael, patrón de los motociclistas, junto a los papeles de la moto. Todos los que salen en este grupo llevan motos custom, como las nuestras. Bueno, más bien como la mía, porque casi todos conducen una Dragstar, el antecedente de mi Midnightstar. Pero también hay una Daelim, una BMW y alguna más que no recuerdo. Y en la última salida, este fin de semana, nos hemos unido a otro grupo, que llevaban dos Intruder, una de ellas adaptada como trike, y dos Harley Davidson. Una Road King y una Sportster 883, como la tuya…
De hecho, era la tuya. La misma que te llevó hasta Inglaterra en agosto de 2010 y en la que hicimos la Ruta del Desembarco por Normandía. Con la que recorrimos el Camino de Santiago desde Jaca, previa parada en Cuenca ¿te acuerdas que no había forma luego de dejar atrás Cuenca? La misma moto que te llevó de Madrigal de las Altas Torres a las bodegas de Peñafiel y Aranda de Duero, en la Ribera del Duero, y a las de Laguardia y Samaniego, en la Rioja alavesa, donde Canito. Con la que fuimos a Portugal e hicimos la ruta entre el Cabo Espichel y el Cabo de San Vicente. La misma que nos llevó a Trujillo el último verano y con la que en diciembre nos subimos hasta el Monasterio de Tentudía.
Casualidades
Ahora la conduce Miguel, un tipo fantástico, insultantemente joven, que la tiene níquel. Le ha cambiado los espejos y le ha quitado las defensas y el asiento de atrás, lo que tú nunca te atreviste a hacer, por si se terciaba que alguna muchacha de buen ver se subiera contigo a la moto. ¡No digas ahora que no, que a mí me lo confesaste más de una y más de dos veces! Él se lo ha quitado y está preciosa la moto. Pero tiene guardado el asiento, para cuando se monta su novia. También le ha cambiado las colas a los escapes, ya sabes, para que suene como tiene que sonar.
Este domingo, el punto de reunión era un bar en Parque Alcosa. Mientras esperábamos, desayunando, a que llegaran los moteros que faltaban, comenté que conocía a un muchacho, Miguel, que vivía por la zona, que conducía una Road King y que se había quedado con la Sportster 883 de mi mejor amigo, cuando él ya no la podía usar más. Y me dijeron que sí, que lo conocían. Que solía salir con ellos, pero que esta vez él no había podido. Pero que venía su hijo y venía con su Sportster. Tu Sportster.
La vida está llena de casualidades. No sé si tienen algún significado. Pero ahí están. Coincidir con quien conduce ahora tu moto ha sido una sorpresa y verla rodar de nuevo y hacer feliz a alguien como te hizo feliz a ti, a mí también me ha hecho feliz. Este fin de semana, de alguna manera, he sentido que volvía a rutear contigo. Hemos llegado a Marchena por carreteras nacionales, pasando por Carmona. El tramo de Carmona a Marchena sí lo conocía, pero la carretera hasta Carmona, por Brenes, no recuerdo haberla cogido nunca y la verdad es que vale la pena. Está muy bien, de trazado y de firme. Muy tranquila, además, teniendo al lado la autovía.
En adelante, seguro, seguiré saliendo a rutear con esta gente. Y te seguiré llevando conmigo, Emilio.