Bob Dylan: Un completo desconocido

La película 'A Complete Unknown' (James Mangold, 2024) aborda la importancia que tuvo Bob Dylan en la renovación de la música folk norteamericana. Como Camarón hizo con el flamenco.

Ha habido muchos acercamientos cinematográficos a la vida de Bob Dylan. Quizá el último (A Complete Unknown, James Mangold, 2024) sea el que más se centre en su obra, en lo que significó, y no tanto en su propia biografía. La parte del relato biográfico, con todas sus licencias, se centra en unos años por los que el propio Dylan pasa de puntillas en sus nunca bien ponderadas Crónicas. Volumen I. Y lo que la película cuenta, básicamente, es la importancia que tuvo el personaje al que interpreta Chalamet en la renovación del folk y, en general, de la musica norteamericana. No es un biopic al uso, en este sentido. Ni puede serlo, pues el protagonista, que todavía nos debe el Volumen II de sus Crónicas, sigue aún rodando.

Antes de proseguir, me confieso un admirador entregado de Bob Dylan. Para contextualizar lo que sea que escriba a continuación sobre la película o el artista. Pero también creo que tengo criterio para discernir lo bueno de lo malo. Mi propio criterio, por supuesto, que no coincidirá con el de otros. Dicho lo cual, ésta me parece una buena película, en general. Excepcional en algunos aspectos, mejorable en otros, pero buena película. Mucho mejor que ese engendro pretencioso y soporífero titulado I’m Not There, cuyo mayor interés era ver a Cate Blanchett interpretar al cantante de Minnesota.

Sin mirar atrás

También aporta, para entender al Dylan que se planta en el Greenwich Village de Nueva York, el Inside Llewyn Davis de los hermanos Coen, aunque el personaje que la inspira no sea Dylan, sino Dave Van Ronk. O los dos grandes documentales que rodaron Martin Scorsese (No Direction Home, 2005), que utilizó como título otro verso de la misma canción del que toma el suyo James Mangold (y me refiero, obviamente, a «Like A Rolling Stone»), y D. A. Pennebaker (Don’t Look Back, 1967), que cuenta precisamente la gira británica de Dylan al año siguiente de acompañarse por primera vez de la guitarra eléctrica.

El Dylan de Timothée Chalamet toca la guitarra ante un Pete Seger interpretado de forma soberbia por Edward Norton.
El Dylan de Timothée Chalamet toca la guitarra ante un Pete Seger interpretado de forma soberbia por Edward Norton.

La película de James Mangold, con un Timothée Chalamet muy metido en el papel del cantante, un soberbio Edward Norton como Pete Seger, y una también sobresaliente Monica Barbaro interpretando a Joan Baez, nos retrata a un genio, narcisista (tal vez, condición sine qua non de la genialidad) y por momentos irritante, que recelaba de las etiquetas, porque cortan alas, y que tenía muy claro a dónde quería dirigir sus pasos y hacia allí se encaminaba, pese a las presiones que pudiera recibir para que siguiera haciendo lo de siempre. Sin mirar atrás, como nos contaba Pennebaker.

En el arranque de la película, entre pistas que va dando el personaje sobre la idea que tiene en su cabeza de la música que quiere hacer, se suceden referencias a los cambios que se están produciendo en el mundo en ese momento: la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles, la crisis de los misiles, la muerte de John Fitzgerald Kennedy… Deliciosa la secuencia de Bob Dylan y Joan Baez cantando juntos «The Times They’re A-Changing». Y entre esos cambios, para eso cuenta todo lo demás Mangold, el que se avecina sobre la música tradicional norteamericana.

Camarón de Minnesota

Uno de los grandes aciertos de Mangold es el uso que hace de la música de Bob Dylan, y de sus letras, que pone al servicio del relato. Ya me he referido al «The Times They’re A-Changing» del Festival de Newport de 1964, pero también son destacables el «It Ain’t Me Babe» con el que Sylvie Russo (Dylan pidió que no se utilizara el nombre real de la persona en la que está inspirado) comprende que su relación con el artista no tiene futuro, o el «It’s All Over Now, Baby Blue» con el que el protagonista cierra su etapa como cantante folk.

De alguna manera, y salvando las distancias oceánicas entre uno y otro, Bob Dylan es el Camarón de la Isla de la música norteamericana. Dos artistas forjados en el folclore más cabal, que deciden llegar más lejos de lo que marca el canon tradicional (Dylan cuando decidió electrificarse y Camarón con La leyenda del tiempo), y en ambos casos reciben el rechazo inicial de su público. Un público que, pasado el tiempo, se termina entregando con devoción casi religiosa a aquello que denostó en un primer momento.

El personaje de Dave Van Ronk dice, en un momento de la película, durante una fiesta, algo que puede pasar desapercibido, pero que resulta central: «Puedes llamarlo country, blues o rock’n’roll: todos seguimos reescribiendo la misma canción». Miles Davis, cuando le reprocharon que su Sketches of Spain no era jazz, respondió: «Es música. Y a mí me gusta». Guste más o guste menos, la música de Dylan ha puesto banda sonora a toda una época (seguramente, para disgusto del propio cantante), y ha acompañado a muchas generaciones. La película merece la pena. Incluso, merece más de un visionado.

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