Vuelvo a Granada

Vuelvo a Granada. Miguel Ríos se ha pasado media vida volviendo a Granada y siempre fue bienvenido. La primera vez que tengo recuerdo de haber estado en Granada fue allá por la epoca del Mundial de España, año arriba o año abajo. Fue con mis padres, mis hermanos y Fernando, su mujer, Ana, y su hija Irene. Fernando y Ana daban clases en un colegio con nombre de poeta granadino, el mismo colegio donde mis hermanos y yo estudiábamos por aquel entonces en Alcalá de Guadaira. Tengo pocos recuerdos de aquel viaje. Que estuvimos por Sierra Nevada y que no había demasiada nieve, y que a Fernando y Ana les robaron los soportes que traían en el coche para sujetar los esquíes.

En el colegio Federico García Lorca también daba clases José María, el picota le decían. Éste era un andaluz, otro más, de pura cepa extremeña. Sí recuerdo que yo estaba en 8° de EGB, por lo que debía ser el año 1985 o 1986. Nos daba Sociales y suyo fue todo el mérito de aquel gran viaje de estudios que se inventó a lo largo y ancho de toda Andalucía. Primero estudiamos su historia, su geografía, su economía… y luego la recorrimos en autobús de cabo a rabo. En aquel viaje visitamos Córdoba, Antequera, por supuesto Sevilla, la Sierra de Cazorla y también Granada.
Con Dioni y Clara vine unos años más tarde. También visitamos la Alhambra, en aquella ocasión. Pero de aquello puede hacer ya veinte años fácilmente. No sé si se habían ido ya a vivir a Portugal, pero seguro que aún no vivían en Vigo. No sé hoy qué es de ellos, la verdad. Como tampoco he mantenido el contacto ni con Fernando, el barba, ni con José María, ni tampoco con María, la chica de Lanjarón que me llevó en su recién estrenado Renault Space por todas las Alpujarras hace casi 15 años y me descubrió la hermosura del paseo de los tristes, por el que hoy he vuelto a pasear.
En Granada también estuve para la boda de Silvia. Recuerdo que me vine con Javier y Eva, su mujer, y que llegamos la noche anterior, y Ramón, qué granadino más grande, se las arregló desde dondequiera que estuviera aquel día para invitarnos a cenar.
Hoy hemos paseado por la ciudad sin rumbo fijo, mañana lo haremos de un modo mas sistemático, que por algo tenemos las entradas de la Alhambra compradas desde hace semanas. Pero nos hemos colado en el recinto, o esa sensación tenemos, pues había una puerta sin vigilancia que hemos franqueado y nos hemos visto de repente dentro de la Alhambra, y hemos disfrutado del ambiente y los recuerdos.
Habíamos quedado para desayunar a las 10 de la mañana. Ni que decir tiene que el desayuno lo ha vuelto a pagar Emilio. Esta vez, por lo menos, sí tenía el depósito de gasolina lleno. Hasta el punto de que ha sido mi moto la primera a la que se le encendió la luz de la reserva. Hemos parado a repostar pasado Antequera. La autovía perfecta. El último tramo, con curvas continuas y algún cambio de rasante, muy divertido para la moto. Salvo por el calor. Quizá debimos salir un poco antes, pero estamos de vacaciones y no queríamos madrugar. Menos mal que el hotel tiene piscina, que la hemos estrenado nada más llegar.
El resto de los detalles, mañana. Que son las 3 de la mañana. Así que, hala, a dormir.
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