Reivindicación de Palencia

La Catedral de Palencia es la bella desconocida. O la bella reconocida, como tratan ahora de reivindicarla. Que Palencia esté 35 kilómetros al sur del Camino de Santiago le impide competir en conocimiento y prestigio, aunque no en belleza, con sus 'hermanas' de Burgos y León.

¡Qué buena está la cerveza que me estoy tomando ahora! Empiezo a cogerle el punto y he llegado a Villasirga cenado. En el bar donde cené el primer día (un plato combinado de arroz blanco con tomate frito, huevo y una salchicha) aún sirven bebidas. Estoy prácticamente solo en la terraza. Yo, la cerveza fría y el silencio.

Hoy he estado en Palencia, que está de feria. Su patrón en San Antolín, que se celebra el 2 de septiembre. Y la ciudad lleva toda la semana en fiestas. No tiene nada que ver la Feria de San Antolín con las que conocemos más al sur. Pero, obviamente, también tiene su encanto.

He comido en Palencia. Y también he cenado allí. Una cena tempranera, que me ha permitido llegar con los últimos rayos de sol a Villasirga. Y hasta he dormido una reparadora siesta de dos horas largas en un hostal en el centro de la ciudad, que me ha permitido retomar la visita a la hermosa capital palentina con fuerzas renovadas. Por cierto, yo veo en las siestas cierto nicho de mercado. Ahí lo dejo.

La jornada empezó con un paseo por las calles de Palencia y un café, previa parada en la Oficina de Información Turística mientras hacía tiempo hasta la hora de la visita guiada a la Catedral, la bella desconocida, como se la conoce. O la bella reconocida, como tratan ahora de reivindicarla. Es ciertamente hermosa. Que Palencia esté 35 kilómetros al sur del Camino de Santiago le impide competir en conocimiento y prestigio, aunque no en belleza, cada cual la suya, con sus ‘hermanas’ de Burgos y León.

Ábside de la iglesia de San Miguel.
Ábside de la iglesia de San Miguel.

La huella del Cid

La construcción de la Catedral de Palencia se inició en un estilo propio del primer gótico, en el que aún se reconocen numerosos elementos del románico, y se completó con un estilo gótico tardío. En la decoración de las capillas, obviamente, se encuentran estilos incluso posteriores, desde el plateresco al barroco. Es muy interesante y vale la pensa visitarla. Toda ella merece la pena, pero especialmente la cripta, ubicada bajo el coro, que es la parte más antigua, con restos visigodos.

La visita dura casi dos horas. Pero aún me ha dado tiempo de entrar en la muy imponente iglesia de San Miguel, don el Cid contrajo nupcias con doña Jimena, según la tradición, antes de encaminarme al parque que llaman del Salón, donde están instaladas las casetas de la feria, para comer algo. La iglesia estaba abierta, pero no había nadie. He entrado y me he paseado por la oscuridad de su interior, entre sus altos pilares, solos para mí. Sobrecogedor y hermoso al mismo tiempo.

Las casetas, sí… Gastronómicamente no he sabido encontrarle aún el encanto a la comida palentina, que no dudo que lo tiene. Pero no pierdo la esperanza. Después de tomar algo en el Salón, he pensado que para aguantar hasta la cena en Palencia (no quería que me pasara lo del día anterior), tenía que descansar. Y me he buscado un hostal barato en el centro donde echarme un rato. Me ha sentado fantásticamente. Y, tras la siesta, he seguido mi ruta por las calles y las iglesias de Palencia.

He visitado San Lázaro, cuya fundación como hospital para leprosos en el lugar en el que hoy se levanta la iglesia, de finales del siglo XIII, se atribuye al Cid campeador. El templo, por lo que indican las placas conmemorativas, también sufrió las consecuencias del terremoto de Lisboa. Su rehabilitación última es de los años 50 del siglo pasado.

Ermita de San Juan Bautista, en su moderno emplazamiento en la Huerta de Guadián, en Palencia.
Ermita de San Juan Bautista, en su actual emplazamiento en la Huerta de Guadián.

Una ermita rescatada

Finalmente, he salido del centro y me he acercado a la Huerta de Guadián a visitar la bella ermita románica de San Juan Bautista, trasladada allí en los años 60, piedra a piedra, desde su emplazamiento original en Villanueva del Río, al norte de la provincia. La construcción del Embalse de Aguilar iba a inundar todo el terreno ocupado por este municipio, próximo a la localidad de Aguilar de Campoo y hoy oculto bajo las aguas del pantano. Y para evitar la desaparición de la ermita, cuyos orígenes se remontan al siglo XI (aunque la mayor parte de lo conservado es del sioglo XII) se decidió traslarla. Pasaron unos años de tiras y aflojas para ver dónde se ubicaba la ermita, hasta que en 1972 comenzaron los trabajos para levantarla donde hoy se encuentra. Estos trabajos concluyeron en los años 80.

La ermita se ha convertido en un centro de interpretación del arte románico. Y en algunos de sus sillares son visibles las marcas que se hicieron para proceder a su traslado 90 kilómetros al sur de su emplezamiento original.

Al llegar a Villalcázar de Sirga, veo que han llegado más huéspedes al hostal. Y uno de ellos es motero también. Le he invitado a venirse conmigo a tomar una cerveza, pero traía cena y ha preferido quedarse descansando. Ha hecho bien. Yo no he podido terminar de escribir estas líneas en el bar donde me senté a tomar la cerveza fría del principio. Estaban esperando a que me la terminara para cerrar.

La previsión del tiempo ha cambiado. Las temperaturas siguen siendo fabulosas, con máximas por debajo de los 30 grados. Pero la lluvia amenaza con presentarse el viernes y quedarse en Palencia hasta mi marcha. Confiemos en que los vientos alejen la tormenta y el panorama vuelva a cambiar. Por si acaso, mañana voy a intentar ver todo lo que pueda de Carrión de los Condes y la villa romana de La Olmeda, de la que todo el mundo me habla maravillas. Y cruzaré los dedos para que la lluvia no destroce lo que queda de mis vacaciones. Unas vacaciones que están siendo un poco difíciles por las ausencias.

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