(Texto publicado en El Mundo el 1 de abril de 2010)
Cuántos niños en Sevilla no habrán hecho alguna vez un costal con una toalla, o no habrán soñado bajo una silla con sus cuatro zancos imaginarios con llevar un paso sobre sus hombros aún muy frágiles para tamaña responsabilidad, siguiendo el compás de una marcha cantada, racheando los pies sin correr, derecha alante y ¡al cielo con ella!, imaginando la soñada entrada en la Campana o la hazaña imposible de meter y sacar un palio por el ojo de una aguja que es la ojiva de la parroquia. Juego de niños que aprenden las distintas formas de ser cofrades. ‘Ponte tú de costalero, que ahora me toca a mí ser capataz’. Pasará esta Semana Santa y pasará la Feria de Abril. Y la escuela pública de las cofradías de Sevilla, que empieza en mayo, volverá a estrenar curso.
Sueños
Por eso los imagino un mes de mayo de mediados del siglo XVIII. Dicen los libros de historia que fue en 1748, pero yo creo que era todos los años. Sevilla se resistía a dejar atrás el barroco que la conquistó.
En la calle que llamaban Tapada, en el barrio de San Bernardo, Juan Severino y Juan Rodríguez jugaban a sacar pasos en miniatura por la plaza de la iglesia. A su juego se une otro muchacho, Antonio Alonso Sánchez. Y lo que empezó como un juego terminó convirtiéndose en una cofradía. Los nombres de estos tres chiquillos han quedado grabados para siempre en los anales de la hermandad, que aún hoy, dos siglos y medio después, continúa establecida donde ellos la dejaron.
La de San Bernardo es una de las cofradías a la que más nazarenos acompañan en Sevilla. El barrio no resucita los Miércoles Santos, porque el barrio está hoy vivo. Y recuerda durante su estación de penitencia a aquellos tres niños que la fundaron… y al que ha sido su párroco durante medio siglo, don José, que este año no estará.
San Bernardo es barrio torero, porque en Sevilla existió la que llamaban Monumental de San Bernardo. La del Baratillo forma su cofradía donde en el Arenal había un mercadillo que noveló ejemplarmente Miguel de Cervantes y ahora está la plaza de toros de Sevilla. Nazarenos azules por el color de la Caridad, sobre fondo amarillo albero.
Escenas
El Miércoles Santo resulta en su conjunto un cómic de la pasión de Cristo. La historia sagrada, paso a paso. A Jesús lo apresaron unos romanos mientras rezaba con los suyos en el huerto de los olivos. Pedro lo negó tres veces, y aun así fue santo, antes de que el gallo cantara por primera vez después de que lo apresaran.
A Jesús lo condenaron a morir crucificado y le hicieron recorrer la calle de la amargura cargado con la cruz de su sacrificio. Lo clavaron en ella. Antes de morir, habló siete veces, tenía sed y, finalmente, expiró. Ya muerto, el romano Longinos -lo hace en la Alameda, según el Evangelio apócrifo de Sevilla- atravesó su costado con una lanza. Y al final, descendido de la cruz, una madre piadosa lo abrazó y lloró.
Es difícil condensar tanta historia en tan poco espacio de tiempo. En la calle Orfila, la cofradía de los Panaderos aún lo prende, en una secuencia que no termina, mientras una corneta rompe la noche.
Nervión cumple con las obras de misericordia y da de beber al sediento, que es el Señor crucificado de su cofradía, a la vuelta, tras un recorrido muy largo, el más largo de la jornada.
Meseta
De la parroquia de Omnium Sanctorum sale la cofradía del Carmen Doloroso, en la que San Pedro le arrebata el protagonismo al Señor de la Paz. Pero San Pedro es también parroquia, y allí tiene Sevilla una rendija por la que se cuela el frío seco de Castilla.
El Cristo de Burgos, saeta de Perejil a la entrada, no es de Burgos, que lo es de Sevilla. Ruán negro, que se cuela, también, entre cofradías de capa, bajo la oscuridad de la noche por la estrechez serpenteante de Sales y Ferré. Silencio en la plaza que lleva su nombre.
Al fondo, como un eco lejano, se percibe más que se oye, el sonido grave del bombo de la banda del Maestro Tejera, que viene por la Alfalfa interpretando marchas fúnebres para Madre de Dios de la Palma.
Ausencia
Justo a esa hora en que arranca la madrugada, por San Antonio de Padua, en las inmediaciones de San Lorenzo, regresará a su templo la cofradía franciscana del Cristo del Buen Fin y la Virgen de la Palma, que en esta ocasión estrena una ausencia. Sevilla ha estrenado arzobispo y el franciscano ha regresado a tierras castellanas. El Miércoles Santo, las tradiciones también se interrumpen, Carlos Amigo ya no formará parte de la estampa habitual de esta cofradía, vara en mano ante el paso de la Virgen, que ese día pronunciará en su Valladolid el Sermón de las Siete Palabras.