Las alforjas llenas

En la puerta misma de casa, me dispongo a desmontar el equipaje de la moto por última vez. Lo miro y pienso en la de cosas que vienen dentro de esas alforjas. Son más las que regresan conmigo que las que llevaba el día de la partida. En las bolsas hay unos 5.300 kilómetros de carretera de tres países y unos pocos cientos de millas marinas. Hay experiencia y sabiduría, que no otra cosa proporciona viajar. Hay risas, muchas, y hasta un amigo que sigue siéndolo incluso después de haber compartido juntos 15 días de vacaciones, que no es poco. Gracias, compañero, ha sido un placer.

Hemos comido hornazo en Salamanca, hemos visitado lugares cargados de Historia, como las playas de Normandía, de misterio, como Stonehenge, y de espiritualidad, como Lourdes. Hemos paseado nuestras motos por la costa y por la montaña, hemos recorrido kilómetros y millas, hemos casado a un gemelo y hemos descubierto que Cronwell, el padre del parlamentarismo británico, fue vecino de Ely durante diez años.

Tenemos las marcas del viaje en nuestro cuerpo, callos en las manos de no soltar el puño del acelerador y quemaduras en lo poco de cara que no quedaba cubierta por el casco y las gafas del sol y el aire que hemos recibido durante el viaje.

En el camino hemos ido dejando atrás lugares y personas, sombreros de ala ancha, risas y lágrimas, y hasta una cámara de fotos que murió en Normandía en acto de servicio, como si se tratara de un soldado durante el Desembarco. Siempre mirando hacia adelante, con ganas de volver a ponernos en carretera.

Las preocupaciones de la moto (monta y desmonta el equipaje, busca un aparcamiento, no olvides el casco, qué incómodo son estos pantalones y qué calor da la puñetera chaqueta, ponte en agosto un braga polar en el cuello, etc.) te desconectan lo suficiente de la rutina como para no saber ni en qué día vives. Después de 15 días que parecen 15 meses, abres la puerta de casa y todo está exactamente igual que como lo dejaste…

Ya quiero volver a irme…

PD. Vuelve una bolsa más de las que iban, a pesar de que no regresan ni los diez sombreros de ala ancha ni el pedazo de tomo del libro que iba a la ida. Trae algunos recuerdos, pocos e insignificantes… Pero a los que os toque alguno, disfrutadlo que es la última vez que traigo ‘regalitos’ de mis viajes. Al menos, de los que haga en moto, y pienso seguir viajando sobre dos ruedas mientras tenga salud y ganas para hacerlo. Con un par.

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