En Calais ya se puede percibir Inglaterra. Literalmente. La última ciudad del continente es más inglesa que francesa. Vive enteramente volcada hacia el Canal de la Mancha. En sus rotondas, las piezas de la tuneladora que en los años 90 permitió construir un túnel a través del cual París está sólo a tres horas de Londres se erigen en monumentos a una fuente de creación de riqueza impresionante. Los bares tienen el aspecto inequívoco de los pubs británicos y hasta los rótulos de dirección de las calles están escritos en inglés. Si no fuera porque aún los vehículos circulan por la derecha, paseando por Calais cualquiera podría pensar que lo hace por cualquier villa inglesa. Las casas ajardinadas hacia la parte frontal, con las típicas chimeneas dobles y la última planta abuhardillada…
Quedan menos de cinco horas para completar la primera fase del viaje; la de quemar kilómetros por autopista, la de avanzar rápido, la de cumplir un plan preestablecido… Hora y media será por mar, en el ferry a Dover. Y tres horas por carretera, desde la ciudad de los acantilados blancos a Ely.
Calais no puede presumir de gran cosa, después de haber sido casi destruida durante la II Guerra Mundial, según se explica en la guía de viajes. Alguna iglesia, el Ayuntamiento y, frente a éste, que la encargó en 1885, una de las más importantes esculturas de Auguste Rodin, Los Burgueses de Calais, en memoria de los seis notables de la ciudad que, en los prolegómenos de la llamada Guerra de los Cien Años (1337-1453) ofrecieron sus vidas a los ingleses a cambio de salvar las de los habitantes de la sitiada Calais, que estaban muriéndose de hambre.