La rebeldía de un monje anónimo

No hemos podido escuchar gregoriano. Los monjes de Silos, desde que tienen representante y hacen bolos, los lunes no abren al público. Menos mal que nos dio por detenernos antes en San Millán de la Cogolla, cuna del castellano y del euskera. El monasterio de Yuso, el de abajo, siete mil metros cuadrados de planta, dicen que es, con el de Suso, el de arriba, el más importante complejo conventual de España. Lo dice el guía, Carlos, un tanto engolado. Su importancia histórica,  no obstante, es evidente. Es emocionante leer, más o menos, los códices con aquellas anotaciones en castellano -un castellano casi tan parecido al que hoy hablamos como el latín, pero castellano al fin y al cabo-, que no eran traducciones de textos latinos sino textos originales. Nos acordamos del lugar, de la orden de los benedictinos, de Gonzalo de Berceo, incluso, que nació a un kilómetro de allí… Pero no sabemos nada de aquel monje anónimo que, harto de leer y escribir en latín, decidió poner negro sobre blanco lo que llevaba años hablando.

¡Qué diferente es conducir con buena temperatura a hacerlo asfixiado por el calor! Al salir de Jaca por la mañana volvimos a recorrer buena parte de la ruta que hicimos el día antes hasta Leyre y Javier. Pero hoy la hemos disfrutado. Salvo algún tramo, pequeño, empapado aún por una tromba de agua caída durante la madrugada. Esta vez sí llegamos a Puente la Reina, Navarra. Y nos hicimos una foto junto a este tradicional hito del camino de Santiago. Es allí donde, además de la señalización vertical, he visto la primera flecha amarilla pintada con brocha sobre una pared indicando la dirección hacia la tumba del apóstol.

Existe un proyecto de autovía desde Pamplona hasta Santiago de Compostela denominada Autovía del Camino de Santiago. Pero está muy incompleta. En Puente la Reina nos explicó el gasolinero que «ellos» han cumplido, pero que los «otros» aún no. Hemos recorrido hoy carreteras de cuatro comunidades autónomas: partimos de Aragón, cruzamos Navarra y La Rioja y llegamos a Castilla y León. Los castellanos son los que no han cumplido. La mayoría de los navarros prefiere la autovía de peaje que pasa por Vitoria para llegar a la capital burgalesa. Son 188 kilómetros los que separan Logroño de Burgos. Pero discurren por carreteras secundarias.

A nosotros nos da igual. Casi mejor, en el fondo. Porque el camino te obliga, de esta forma, a pasar por lugares encantadores. Como San Millán de la Cogolla o Nájera, que no estaban en nuestra agenda. Paramos las motos de aquella manera, en un ensanche a mitad de una cuesta, para hacernos una foto ante el monasterio de Yuso. Y le pedimos a una señora que pasaba por allí que nos hiciera una foto, a ser posible sacándonos a los dos, las dos motos y el monasterio al fondo. La mujer repitió en al menos cuatro ocasiones la fotografía. Nos había advertido que ella era «un poco torpe para esas cosas». Al final salió. Se lo agradecimos. Y no dijo: «Ea, pues que sepáis que la foto os la ha hecho la alcaldesa de San Millán». Y nos invitó a volver en otoño, que es cuando el paisaje adquiere sus tonos verdes y morados que lo hacen tan especial. Todo un detalle.

A la abadía de Santo Domingo de Silos iremos este martes. El lunes no recibían. El martes, salvo festividad de la orden, sí. Amén.

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