No sé qué tiene el arte Románico, será que en el sur no lo hemos conocido, que a mí me vuelve loco. Mientras el maestro de Taüll pintaba los muros de San Clemente o de Santa María, por las latitudes de las que vengo lo que primaban eran las construcciones árabes, a las que sucedió el arte mudéjar, los mismos artesanos al servicio de otra fe.
Será por la austeridad, por su aparente sencillez o por la enorme complejidad que debió tener para los artesanos de los siglos X y XI levantar piedra a piedra edificios que nos antecedieron mil años y que, pese a las tormentas, los incendios, el abandono y la mano del hombre, con modificaciones, reconstrucciones o reformas más o menos acertadas, aún siguen en pie. No lo sé. Pero uno es capaz de acercarse a entender la idea de eternidad sólo dejándose llevar por la memoria que atesoran las piedras con las que están construido estos edificios.
Hace años que viajo buscando vestigios del Románico. Este año he querido recorrer el valle del Bohí (La Vall de Boí, en catalán), buscando aquella imagen tan seductora como sobrecogedora que aparecía en mi libro de Historia del Arte del Pantocrátor de San Clemente de Taüll. Y la he encontrado (una reproducción digital, que los originales están en un museo en Barcelona), y he encontrado muchas más cosas.
San Clemente
Es probablemente la iglesia románica más conocida de todo el valle del Bohí, por sus tres hermosos ábsides, su alta torre y, cómo no, por las pinturas murales que decoran el templo, hoy sustituidas por una reproducción videográfica, que, hay que decirlo, está tan bien hecha, que resulta indistinguible para un visitante ordinario, como soy yo. Ubicada justo a la entrada de Taüll, es tan hermosa por dentro como por fuera.
Santa María
La única iglesia del valle del Bohí levantada en medio de una población. El resto, todas, se levantaron fuera, por ser posteriores a los núcleos de población. No es el caso de Santa María, una de las iglesias más hermosas de todo el valle. También conocida por las pinturas de su ábside (y de toda la iglesia), dedicadas en su mayoría parte a la Virgen María y la Natividad, y realizadas por el mismo maestro pintor del Pantocrátor de San Clemente. En el ábside aparece la Virgen con el niño, junto a Melchor, Gaspar y Baltasar, guiados por la estrella. Es la única iglesia románica del valle que mantiene el culto los sábados.
San Juan
Dedicada a San Juan Evangelista, la Iglesia de Sant Joan de Boi es muy hermosa en su exterior, con una torre no tan esbelta como la de San Clemente, pero no menos hermosa, y unas pinturas murales excepcionales, realizadas por una mano diferente de las de Taüll. Es de planta basilical, como las anteriores, con tres naves. Se ubica justo en el centro de una línea recta entre la iglesia de San Clemente, en Taüll, y la de Santa Eulalia, en Erill la Vall.
Santa Eulalia
La Iglesia de Erill La Vall es de planta basilical con una sola nave. En su ornamentación interior no encontramos pinturas murales, pero sí un grupo escultórico muy llamativo (de nuevo, una reproducción, esta vez en madera; el original está en Barcelona), que representa un descendimiento: José de Arimatea y Nicodemo bajan a Cristo de la cruz, en presencia de San Juan y la Virgen María, y de los dos ladrones crucificados junto a Jesús, Dimas y Gestas, que da la espalda este último al Señor. También destaca en esta iglesia el porche exterior o nártex, refugio de feligreses durante las épocas de mal tiempo.
Iglesia de la Natividad
De planta basilical y una sola nave y transepto, la iglesia, que se encuentra en el pueblo de Durro, destaca por su alta torre, la más alta de todo el valle, aunque al ser de sección más ancha no da esa impresión, en comparación con la de San Clemente, por ejemplo, o Santa Eulalia. Su bóveda de piedra es de una reconstrucción posterior, ya que la original era de madera, como en la mayor parte de las iglesias de la zona. Su ábside está presidido por un retablo barroco dedicado a la Virgen, cuya imagen con el niño ocupa el espacio central. A sus lados, San José y San Joaquín con la Virgen niña.
San Feliu
La iglesia de Barruera se levanta junto al río Noguera de Tor, en la parte más baja del valle. Es la única cuya cubierta, originariamente, era de piedra. De planta basilical y tres naves, se ha perdido uno de los ábsides exteriores. Su ubicación a los pies de las montañas y junto al río, invita a pasear por el llamado Camino del Agua, que conduce hasta Boí. Es muy hermosa por fuera, y elegante por su austero interior.
También he tenido la oportunidad de visitar, por fuera, la ermita de San Quirce en la Pla de L’Ermita, a media hora a pie de Taüll, y la de Cardet, también cerrada, y hemos visto, sólo en la distancia, la de San Quirce de Durro. La visita al valle, por la paz que destilan estos pueblos casi fantasmas en esta época y el arte y la historia que atesoran sus piedras bien valen una escapada. ¿Qué son mil kilómetros arriba o abajo?
