La gran belleza del Camino

La belleza lo justifica todo. Por la belleza vale la pena el sacrificio, el esfuerzo, el dolor... En el Camino y en la vida.

La de hoy ha sido una etapa dura. O al menos más dura de lo que me había imaginado. Nos habían advertido de la fuerte subida a la salida de Pontedeume. Pero la etapa tiene otras muchas subidas y bajadas que terminan por hacer mella en las piernas del peregrino. Al menos, eso hay que reconocerlo, el tramo del Camino entre Pontedeume y Betanzos es muy hermoso.

¿Pero merece la pena? El sacrificio, el esfuerzo, el dolor, el cansancio voluntario… El Camino de Santiago, como metáfora de la vida misma, no tiene ningún sentido. Nacemos para morir. Es la única certeza que nos acompaña de principio a fin.

El unico sentido será el que el cada uno quiera darle. A la vida y al Camino. En el mundo, un día aparecemos. Hacer el Camino lo elegimos. ¿Pero porqué o para qué lo hacemos? Es algo que, con frecuencia, nos obsesiona, cuando realmente no tiene, si se piensa, tanta importancia. Podemos revestirlo como queramos. Podemos imbuirlo de un misticismo religioso o panteísta, de vida saludable, de un sentido universal o personal… ¿Pero acaso importa?

He hecho el Camino de Santiago tres veces. Ésta será la cuarta. Y la experiencia ha sido diferente cada vez. No porque el Camino cambie ni te cambie. Sino porque cambiamos nosotros. Nuestras motivaciones, nuestra experiencia, nuestros deseos, nuestras necesidades…

Yo y mis circunstancias

No soy el mismo de la última vez. Mucho menos el que hizo el Camino Francés en 2008. La motivación de entonces tenía nombre y apellidos concretos. Y no eran los míos. Eran los de una niña que hoy es toda una mujer, gracias a la ciencia y, por qué no, también a la intercesión del apóstol Santiago, al que abrazamos en nombre de muchos.

Tampoco soy el mismo que me calcé las botas en 2023 en Tui, con el recuerdo imborrable de alguien que fue más que un hermano para mí en la mochila. Y entonces me eché al Camino impelido por su repentina y violenta ausencia, en busca no sé muy bien de qué, pero que terminé encontrando.

Ni soy tampoco ya el que el año pasado se echó al desierto que es el final del Camino de la Vía de la Plata en pos del reencuentro y la solidaridad de quien siempre había estado ahí y que hoy vuelve a compartir su pan y su vida con este caminante.

Beethoven en Betanzos

La belleza lo justifica todo. Por la belleza vale la pena el sacrificio, el esfuerzo, el dolor… En el Camino y en la vida. Hoy escuchaba la Sexta Sinfonía de Beethoven en uno de esos ratos de silencio que nos regalamos los peregrinos. Cada cual con sus pensamientos. Yo escuchaba la Pastoral y recordaba esa sensación cuando por Alcázares se asoman los primeros varales de la Macarena, cuando la noche huye al amanecer el día y en su huida se lleva consigo el cansancio, el dolor y el malhumor por la espera.

En Betanzos, a puntonde hincarle el diente a su famosa tortilla.
En Betanzos, a punto de hincarle el diente a su famosa tortilla.

En el Camino ocurre algo parecido. Y la belleza te la encuentras en cualquier rincón, en cualquier momento. En una conversación con tu compañero de fatigas o con algún desconocido; en la sinfonía del bosque, que mezcla armoniosamente el canto de los pájaros, el rumor del río o el sonido que hacen las hojas de los árboles movidas por el viento; en unos gazapillos despertando a la vida bajo la mirada atenta de mamá conejo… O en una tortilla en Betanzos, que bien justifica los sinsabores de una etapa dura.

La de mañana se presume también penosa. Pero mañana será otro día. Ahora toca disfrutar del momento.

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