La exposición que Sevilla le debía a Benito Moreno

La Fundación Cajasol ofrece hasta el próximo 3 de marzo una exposición antológica del artista Benito Moreno, un sevillano hondo y un renacentista del siglo XX.

La ciudad donde nació, donde murió y de la que nunca se fue del todo, a pesar de su exilio francés, le rinde ahora un más que merecido homenaje al artista Benito Moreno, con una exposición antológica que reúne una pequeña parte de su inmensa producción. Inmensa por el volumen y por su alcance. La exposición se puede visitar hasta el 3 de marzo próximo, fecha en la que hubiera cumplido 82 años, en la sala de exposiciones que la Fundación Cajasol tiene en la calle Álvarez Quintero de Sevilla.

Benito es el segundo de una familia de artistas. Su padre, José Moreno, era pintor y fotógrafo, como pintor y fotógrafo es su hermano Máximo. Entre Benito y Máximo, Josele, cantante de éxito con Los Payos y dedicado al humor desde hace ya casi cuatro décadas. Benito lo fue todo: cantante, compositor, poeta, actor, pintor, fotógrafo… Con sólo 11 años empezó a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla y con 15 años arte dramático en el conservatorio. En esa fecha empezó también a tocar la guitarra junto a Manuel Brenes, que tocaba cada noche en el tablao El Guajiro.

Fue el teatro el que lo empujó a tomar la difícil decisión de dejar atrás Sevilla. O más concretamente la prohibición gubernamental de representar Los títeres de Cachiporra de Federico García Lorca en el Teatro Lope de Vega, donde la compañía de teatro universitario de Agustín García Calvo iba a ponerlo en escena en 1959. En Lorient, en la Bretaña francesa, enseñó pintura en la Universidad y trabajó como fotógrafo durante dos décadas, aproximadamente. A su regreso a España grabó varios discos con la mítica Serie GONG, acompañado por los músicos de Triana.

Josele y Máximo Moreno, hermanos de Benito Moreno, junto a Beatriz, su hija, en la presentación de la exposición dedicada al pintor en la Fundación Cajasol.
Josele y Máximo Moreno, junto a Beatriz, hija de Benito, en la presentación de la exposición.

Su vida, sus cuadros

La exposición, en la que se exhiben sus pinturas pero también los discos que grabó, muestra a un Benito siempre conectado con la ciudad de Sevilla, aun en la distancia, como recordaba su hija Beatriz en la inauguración. Un sevillano de la serie seria, como él mismo se definía, pero sevillano hasta la médula. O como él mismo cantó en su Sevillano:

Tengo a Sevilla por dentro,
llevo a Sevilla a mi lado,
quiero a Sevilla en silencio,
igual que Antonio Machado.

Benito Moreno era un sevillano hondo, que no sabía reírse pero que usaba la ironía mejor que nadie. En su pintura hay flamenco, hay toros y hay Semana Santa. Lo que no hay son tópicos, pues los entiende a su manera. «La desgracia de, a veces, ser sevillano», decía en su canción.

Benito Moreno ha sido uno de los mejores artistas del siglo XX en España. Estoy convencido. En todas sus facetas en conjunto o tomadas éstas por separado. Ciertamente, no ha sido de los más reconocidos. ¡Qué le vamos a hacer! El ser humano es imperfecto. Pero su obra está ahí para quien quiera conocerlo. Y, por cierto, una parte de esta obra está en venta.

En sus cuadros, como en su música (valga como ejemplo el España huele a pueblo de su primer disco), Benito se fija en lo cotidiano. En la gente haciendo cosas que hace la gente, en los instrumentos que utiliza en sus quehaceres cotidianos. La exposición de la Fundación Cajasol comienza con un retrato de su madre, Beatriz, y otro de su padre, José, a los que siguen los de su mujer, Christiane, y sus hijos Beatriz y Guillermo, y termina con el cuadro que reproduce el lugar donde murió: La Casa de los Artistas.

Entre medias, sus trampantojos, más retratos (incluidos autorretratos), sus costaleros, sus flamencos (incluidos artistas como Camarón o Paco de Lucía), su nazareno del Silencio, sus bodegones, sus discos…

La exposición tenía que haberse inaugurado en 2020. Estaba todo preparado para ello, hasta que llegó el Covid-19 y todo quedó paralizado. Pero, sin duda, la espera ha merecido la pena.

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