Es la típica ruta que hace uno con ganas de llegar a casa. No porque estuviéramos mal, pero sí que cuando llega el final, lo mejor es terminar pronto. Pensábamos hacer esta etapa en dos días (es lo razonable), pero habíamos descansado el día anterior y no teníamos problema por llegar tarde a Sevilla. Paramos un montón de veces, a repostar, a tomar un café… Y nos habíamos hecho la promesa de que en el momento en que cualquiera de los dos dijera que estaba cansado, allí parábamos a pasar la noche. Llegamos muy bien y hasta nos dimos un paseo triunfal al llegar a Sevilla para fotografiarnos con las motos delante de la Giralda. Bien está lo que bien acaba.