En la sierra de Gredos (II)

Hay cuatro motos y las cuatro son diferentes. Una Shadow de las que ya no fabrica Honda, con un depósito de Harley con dos bocas para la gasolina (una de entrada y otra de salida, y si no que le pregunten a la conductora de esta máquina) y un innovador sistema de engrase automático de la cadena, que dio un sustillo a su propietaria. Afortunadamente, la mancha del suelo no era de aceite del motor, sino grasa de la cadena. Es la única de las cuatro que rompe con el color negro, y la única verdaderamente customizada.

Lo de la Vulcan es un misterio. Su propietario tiene la moto preciosa, impecable, sin un rasguño, sin un arañazo… y sin una mota de polvo ni un mosquito en el faro después de hacer más de 300 kilómetros. Y un verdadero mechero en lo que respecta al consumo, casi 400 kilómetros con un solo depósito.

El de la Drag Star, a veces, se desespera con el cosumo de su burra. No ocurre siempre, pero como le dé por apretarle a la oreja la moto se bebe en gasolina de 95 octanos lo que él no es capaz de beberse en botellines de Cruzcampo. Y son muchos esos. Es la única moto de las cuatro que lleva pantalla parabrisas. Y su casco lo agradece: ni un cadáver en la visera… Están todos en la pantalla.

Y una Harley Davidson, una Road King, que parecía venir con ajuar para el piloto de serie. No se pueden tener más camisetas, camisas y chaquetas con el emblema de la empresa de Milwakee que el propietario de esta moto. Un percance justo antes de salir en dirección a la sierra de Gredos obligó a ‘tunearla’ por las prisas. Las plataformas para los pies parecen bailar cada una una música diferente… En fin, nada que no tenga solución. Para seguir agrandando la leyenda de estas motos, la Road King se quedó sin freno de atrás en la bajada de la Covatilla. Probablemente por fatiga del sistema hidráulico. Pero igual que se fue, vino.

La Shadow fue la primera en llegar. Salió de Burgos antes de comer y a primera hora de la tarde ya era, aparcada en la puerta de la antigua casa del médico, la atracción de los vecinos de Becedas. Le dio tiempo a hacerse con el pueblo… «Hay un bar, una carnicería y un supermercado», le explicaba al resto de los expedicionarios, conforme iban llegando a este pueblo abulense. Hasta descubrió el único lugar del pueblo, no muy lejos de la casa, en el que los teléfonos móviles tenían cobertura.

Sobre las 9 de la noche, la Road King hizo su entrada triunfal en el parking y su conductor la suya en la casa, por la ventana. Primer susto. Aún habría que esperar cuatro horas más para que se incorporara el tercer expedicionario. La Drag Star salió de Sevilla sobre las 8 de la tarde, después de ir a trabajar a la oficina con el discreto atuendo de los motoristas. En Plasencia, el GPS se volvió loco (si es que hay que actualizar la cartografía), y lo mandó por medio de una negritud intensa. Las carreteras que de día son buenas para la moto, de noche son un infierno. Al final llegó casi media hora después de lo previsto, rozando la 1 de la mañana. Y avisó de su llegada… Pero no había cobertura en el pueblo. Así que a buscar motos por las calles de Becedas se ha dicho. La verdad es que no fue difícil.

La última incorporación se produjo el sábado. No fue en la casa de Becedas, sino en El Barco de Ávila, a la hora de la cervecita. La Vulcan venía de Badajoz. También había tenido que esperar que su propietario acabara su jornada de trabajo para poder incorporarse al grupo. El Barco de Ávila es un poco mayor que Becedas, y tiene bastante más vida, terrazas, gente que va y viene, un mercadillo en el que se venden encajes de bolillos… y tres motos custom aparcadas en la plaza mayor. Por aquí deben de andar los otros. Y, efectivamente, allí estábamos…

(Continuará…)
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