Es casi la 1 de la mañana. Es lunes por la noche, hace horas que no se ve a nadie por las calles de Neustadt. Sólo los kébabs permanecen abiertos, aunque vacíos. Hoy nos hemos tomado un whisky para celebrarlo. Hace algo de frío y Ferrán se ha ido a fumar y yo me he quedado actualizando el blog. Pienso en la jornada de este lunes y recuerdo haberme emocionado. Dejábamos atrás Baden-Baden y nos dirigíamos a Freudenstadt. Teníamos intención de llegar hasta Friburgo im Breisgau, pero no había forma de que el GPS nos condujera por el interior de la Selva Negra, así que lo que hicimos fue plantear la jornada en cuatro etapas. Noté que el vello se me erizaba y alguna lágrima se asomaba a la puerta de mis ojos. Es una estupidez, lo sé, pero en ese momento sentí por primera vez que había valido la pena hacerse 2.400 kilómetros de autopista aunque fuera nada más que para recorrer esos 60 o 70 kilómetros que ya nos habíamos adentrado en el corazón de aquel impresionante bosque, tan tupido que no deja pasar la luz.