El timo de los lagos de Covadonga

La idea era haber llegado a Covadonga, visitar Cangas de Onís -y fotografiarnos junto al puente romano del que cuelga la cruz símbolo de Asturias- y regresar a Oviedo a comer fabada, con las motos ya aparcadas en la puerta del hotel dispuestas para la siesta.

La idea era haber llegado a Covadonga, visitar Cangas de Onís -y fotografiarnos junto al puente romano del que cuelga la cruz símbolo de Asturias- y regresar a Oviedo a comer fabada, con las motos ya aparcadas en la puerta del hotel dispuestas para la siesta. En un primer momento habíamos pensado bajar hasta Ribadesella para tomar algo allí, pero esa parada nos iba a retrasar la llegada a Oviedo. Así que renunciamos a visitar la ciudad costera.

Las cosas, sin embargo, se torcieron. No en un sentido negativo, sino que sobre la marcha, que para eso estamos en vacaciones, fuimos decidiendo otros planes. Los dos estábamos de acuerdo en llegar hasta Covadonga. Yo, por el entorno; Emilio, también por hacerle una visita a la Santina en su cueva. Los dos queríamos fotografiarnos, también, ante el puente romano donde don Pelayo inició la reconquista. Y los dos queríamos comer fabada. Aunque estemos en agosto. Pero no necesariamente teníamos que llegar a Oviedo para comerla.

Emilio empezó a insinuar a posibilidad de subir a los famosos lagos de Covadonga. Yo no estaba muy convencido de ello, la verdad. Pero ya que estábamos ahí al lado… En moto no podíamos llegar hasta arriba. Acceso prohibido en transporte privado. Sólo en autobús o taxi. Durante el viaje en autobús, estuvimos discutiendo sobre los motivos de prohibir el acceso a los vehículos privados. Emilio se creía la versión oficial de la seguridad. A mí me parecía un camelo. Si se despeña un autobús por esas carreteras de curvas cerradas y fuertes pendientes, los muertos habrían de contarse de cien en cien. Para mí estaba claro que no había más motivo que el económico: 7,5 euros el billete de autobús para recorrer los 12 kilómetros que separan el santuario de los lagos. Multiplicados por cientos de personas al día -un autobús lleno cada diez minutos desde las 8 e la mañana y hasta las 10 de la noche-, la cifra es desorbitante.

Las dudas se despejaron por completo al llegar a los lagos, donde no había ni rastro de agua. ¿Usted me ha visto cara de que yo quiera ahora ponerme a hacer senderismo para ver los lagos? Con la ropa de la moto, sin una puñetera sombra -el paisaje boscoso que rodea la carretera hasta Covadonga se convierte en monte bajo y roca pelada en la parte más alta de los Picos de Europa-… El autobús te deja en un aparcamiento vacío en medio de la nada. Muchos de los visitantes protestan al bajarse. ¿Que ahora tengo que hacer dos kilómetros y medio andando para ver los lagos? ¿Y esto por qué no me lo han dicho antes de subir?

Algunos saben lo que se van a encontrar en los lagos y van preparados para ello. A la mayoría los llevan y los dejan a su suerte hasta que un auobús vuelve para recogerlos. Y el entorno, la verdad sea dicha, tiene más leyenda que belleza. Si quieren un consejo, no suban. No se perderán nada del otro mundo y se ahorrarán mucho tiempo.

La ruta por la Asturias del interior -fabada incluida en Savares– ha sido muy gratificante, pese a la decepción de la subida a los lagos. Con el mejor broche posible en Oviedo, visitando las tres joyas prerrománicas que existen en el entorno de la ciudad: San Julián de los Prados, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.

Mañana emprendemos el camino hacia Santiago de Compostela e iniciamos así la etapa final del viaje.

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