Sevilla, domingo de feria de abril. 7.49 de la mañana. Resaca de pescaíto en la calle. En La Baronesa, Sara termina de abrir y me pide lo de siempre. Ponen la música para mí, un chill out con aroma de café, cuando me siento en un salón vacío en el que dentro de un rato no se cabrá.
Repaso en la cabeza que lo llevo todo y me encomiendo a Dios, al apóstol y al Voltadol Forte para que todo salga como tiene que salir y para que no regrese con más dolores de los que me llevo.
Me traen la tostada y antes de meterle mano pienso que será la última en una semana. En Galicia se come muy bien, pero los desayunos del sur no los han superado.
Las botas puestas, las sandalias amarradas a la mochila, un pantalón puesto y otro para la noche, los bastones, cuatro mudas de ropa interior (para obligarme a lavar a mitad del Camino), las credenciales…
Anoche hablé con Ferreriro, esta noche cenaremos con él, y con Geni, y ya le he dicho que me gustaría que el primer sello en nuestro pasaporte jacobeo nos lo pusiera él. Conociéndolos, me da un poco de miedo atiborrarme esta noche y tener que cargar mañana con las consecuencias de los excesos en la mochila. Pero tengo ganas de verlos, y eso hace más ligera la carga.
A Bea y a Brooklyn los dejo cuidándose mutuamente, pero me voy con ganas de achucharlos un poco más. Será a la vuelta… Y la feria, para el año que viene.
Sé que el Camino del año pasado fue una experiencia irrepetible. Como lo fue el de hace 16 años, con Javier, que ahora me acompaña de nuevo, y con Antonio. Pero no pretendo repetir la experiencia, sino vivir una nueva. Diferente. Las circunstancias que me llevaron al Camino el año pasado no son las de este año. La motivación tampoco. Y he quitado del equipaje cualquier expectativa. Sólo necesito un instante sin reloj para mí, un espacio para pensar sin pensar en nada, para atravesar el tiempo y que, por una vez, no me atropelle él a mí. Y que sea lo que Dios quiera.
13.49
Acabamos de llegar a Tábara, provincia de Zamora, la tierra de Leon Felipe, que nació el 11 de abril de 1884, justo hace 240 años y tres días de la efemérides. Comida no demasiado frugal (tampoco opípara), en el Restaurante El Roble: alcachofas, revuelto de espárragos y lechazo, para el peregrino. Sobremesa de licor de hierbas y crema de orujo, y de nuevo a la carretera.
17.58
En el hotel de Ourense. Está a pie del camino, pero un poco retirado del centro, por lo que mañana deberemos sumar seis kilómetros a los 22 largos previstos inicialmente. Pero no pasa nada. Todo fuera eso.
20.07
Mucha gente en la calle para ser domingo. En Ourense hace calor. Y parece que lo va a hacer toda la semana. Ver a Luis y Geni siempre es una alegría. Hemos callejeado por el centro y nos hemos colado en la Catedral para contemplar, casi a escondidas, el espectacular pórtico del Maestro Mateo, que tanto recuerda al de la Catedral de Santiago.
23.43
Ya en el hotel. Ducha rápida y a dormir. Que mañana empieza lo bueno.