La imagen distorsionada y caricaturizada de lo que somos que devuelven los espejos deformantes de las atracciones de feria, por lo general, producen en quien mira una sonrisa pasajera, cuando no la hilaridad. Pero si la imagen reflejada por un espejo plano se parece a la que conocemos, ni la sonrisa ni la hilaridad aparecen. Tal vez, en todo caso, la preocupación que conlleva descubrirnos una nueva cana o comprobar que el michelín cervecero empieza a cobrar vida independiente de nosotros mismos.
