A las 5 en punto, pero no de la tarde, sino de la madrugada, de noche aún, sonó por primera vez el despertador. Luego volvió a sonar a y cuarto, a y media… No deshicimos las maletas. La misma ropa del día anterior, para no entretenernos con el equipaje más de lo preciso. Parking del hotel, vámonos que nos vamos, puerto de Portsmouth, registro policial de maletas incluido, y a esperar; embarcamos en el ferry, y a dormir. Ahora ya no importan los ronquidos ni si se cuela una rendija de luz por el inmenso ventanal del barco sin cortina ni persianas. Cuando el cansancio aprieta se duerme y lo demás son excusas. Café de tercera a precio de lujo y a huir. El desayuno del día. Compra más bollería, que nos quedan cuatro libras que tenemos que gastar antes de bajar del barco; que te crees tú que con cuatro libras vas a comprar mucho…
Desembarcamos en Normandía. En Cherburgo. El éxito del Día D radicó sin duda en que los aliados, además de las tropas, fueron capaces de desembarcar los aprovisionamientos. La llevaban clara los americanos si los tanques tenían que repostar gasolina en Francia. Con el depósito en los límites de la reserva, activamos el plan B. «Para eso está el GPS». Gasolineras cerca del lugar donde te encuentras, no hay problemas, llegamos de sobra. 12 de la mañana (claro, tras el madrugón eso debía de ser tardísimo), la muchacha de la gasolinera dice que fermé justo cuando nos tocaba repostar a nosotros. «¿Cómo que fermé? Do you speak english? Yes, fermé, close…» No hay nada que hacer. Tu puta madre, que te aproveche el almuerzo. La tensión va in crescendo. Traquilidad, que no cunda el pánico. Buscamos otra gasolinera, ésta de alguna multinacional, para asegurarnos que no esté fermé. Tres kilómetros más con el indicador encendido. ¿Que no está fermé? Tu puta madre también. Y otra más, ésta a o ocho kilómetros. Llegamos sin tener que empujar las motos y, por fin, repostamos. A 1,36 euros el litro, ¿es o no es para cagarse en su puta madre?
Los franceses, a los que invadieron primero y liberaron después, han convertido cualquier recuerdo el Día D en inagotable fuente de ingresos. Te venden como originales piezas de uniformes, armas, insignias, equipos técnicos de los que se utilizaron hace 66 años. Parece que en todo este tiempo (de nuevo nos enfrentamos con el milagro de los panes y los peces) los fetiches del Desembarco en vez de agotarse se hubieran multiplicado. Intentamos huir de los bocadillos y nos metemos en un restaurante, en el que un policía militar vigila que no nos quememos con la sopa, mientras camareros de camuflaje nos sirven la comida (mejor nos hubier ido con los bocatas, por cierto) en una sala decorada con fotografías en blanco y negro y cascos en caqui. Los americanos echaron a los alemanes de Francia y dejaron la coca cola.
Hacemos noche en Coutances, hermoso pueblo con hermosa catedral normanda. Pero a tomar por culo de todos sitios. Por pereza no hemos lavado antes. Emilio lo hizo, pero el que suscribe no. Eso sí, calzoncillos y calcetines aún me quedan limpios, pero no tengo más camisetas. Hemos lavado antes de irnos a cenar. La ropa sigue empapada. Hemos encendido la calefacción y vamos a dormir a 30 grados de temperatura… A ver si hay suerte y por la mañana amanece seca.