Del latín ‘viaticum’

Conforme se acerca el momento, la pereza me va invadiendo. Ya me ocurrió el año pasado, cuando salí en dirección a Inglaterra. Era a finales de septiembre, no recuerdo si el 28 o el 29, pero sí que tengo grabada en la memoria la imagen de la lluvia que caía a las 7 de la mañana sobre Sevilla. La lluvia en Sevilla es… un mojón. Caían chuzos de punta. ¿Qué necesidad, me preguntaba, tenía de meterme en carretera con esa manta de agua, con lo bien que se estaba en la cama? Salí finalmente, pero en Santa Olalla del Cala volví a tener un momento de debilidad. Mientras tomaba café miraba la moto y el equipaje empapados bajo la intensa lluvia, que no había dado un respiro, y trataba de decidir qué sería lo mejor, si continuar adelante o volver con el rabo entre las piernas sin llegar a poner rueda en la campiña inglesa. Afortunadamente, me armé de valor y, aunque no dejó de llover hasta que alcancé el norte de Cáceres, continué hacia mi improvisado destino.

Tengo la maleta en el salon de casa, dispuesta para que la llene. El casco nuevo, rodando por el sofá, esperando ser estrenado. La chaqueta de cuero y el pantalón de cordura, colgados en la percha de la entrada. Los guantes, en la mochila del casco, el GPS en el bolsillo correspondiente de la mochila, la cámara de fotos, igual… Aún tengo que poner alguna lavadora, hacer la maleta, recoger la tarjeta sanitaria, resolver algún asunto pendiente con las tarjetas de crédito en el banco, comprar algo de avituallamiento para las dos primeras etapas, que haré solo… y me faltan las ganas. Quizá ya debería estar en camino, así no me plantearía si tengo ganas o no. Lo haría y punto.

El viaje es ése, justamente, el camino. Viaje, del latín viaticum, vía, camino. No todos entienden eso. Aún hay quien me dice que tome un avión para llegar a Munich, pero es que no se trata de eso. La etimología es clave para entender las cosas. De hecho el pensamiento no existe sin las palabras, que permitieron al hombre ordenar y sistematizar ese pensamiento, y si no conocemos su origen poco podremos entender su significado. En algún libro de viajes he leído alguna cita de Robert Louis Stevenson sobre el hecho de viajar. Dice el autor de La Isla del Tesoro que «no se viaja para ir a ninguna parte, sino para ir». Claro que en ese mismo libro también hay citas de Woody Allen al respecto. Como esa en la que afirma que prefiere que lo incineren a que lo sepulten, y ambas cosas antes que un viaje con su mujer. Quizá por ello también yo viajo solo. Y eso es algo que tampoco todos entienden.

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