Etapa más larga de lo que habíamos previsto inicialmente. 28 kilómetros, mucha subida. Sobre todo al principio. Menos mal que los primeros seis kilómetros fueron de bajada por nuestra mala cabeza al buscar el alojamiento de Ourense, y así pudimos calentar para afrontar la fuerte subida con que se despide a la capital de las burgas.
Javier está haciendo su propio relato del Camino en su blog Cardo Máximo. Yo me conformo con anotar mis impresiones, sin mucho sentido ni orden alguno. Y en hacer alguna foto, pocas, y algún vídeo con el móvil, ya veremos para qué. Creo que es la última vez que me traigo la cámara al camino. Captar en imágenes la experiencia de vivirlo es imposible, por muy buenas fotos que se hagan del camino. Y es un engorro ir cargando con ella, la verdad.
Me refería unas líneas más arriba al sinsentido de las emociones. Hoy me han confundido con un venezolano, por mi inconfundible acento caraqueño. O la chica, muy mona y muy joven, quería ligar conmigo, lo que no tiene ningún sentido, o la muchacha, no sé cuánto tiempo en Galicia, extrañaba el sonido de su tierra. Y no es que mi acento sea muy del centro de Caracas, pero de alguna manera el español de Triana y el español de Venezuela comparten un origen común. Quiero pensar que fue por esto.
Eso ocurrió justo antes de dejar atrás Orense. Era la cafetería de una gasolinera justo a la entrada de la zona boscosa. Llevábamos ocho kilómetros ya en nuestras piernas y temimos tardar en volver a encontrar otro lugar en el que detenernos a hacer una parada técnica. Café con leche para Diazpe, con sacarina, por favor, y te negro para Rubio.
Segundo avituallamiento
El siguiente avituallamiento fue en Tamallancos, a 18 kilómetros de nuestro punto de partida y 10 más tarde del encuentro con la joven venezolana. Esta vez bocadillo (frío, que la cocina, o la cocinera, aún no estaba operativa) y cerveza también fría. Sendos tercios de Estrella Galicia, que por algo vamos en peregrinación hacia el campo de las estrellas, podemos decir que siguiendo la estela de una de ellas.
En ese punto nos desviamos brevemente del camino señalado, pero no tardamos en regresar a él. Ni en parar para un nuevo avituallamiento de hidratación.
A los 24 kilómetros las fuerzas empezaban a fallar, la verdad. El tramo es muy bonito paisajísticamente, pero duro físicamente. No sólo por las subidas, sino porque buena parte del mismo discurre por ramblas empedradas, que, a pesar del sol y del calor, se mantienen llenas de agua y fango.
En Viduedo paramos sólo a beber. Nos quedaban tres kilómetros y medio largos, que se nos han hecho aún más largos (aunque luego el reloj dijera otra cosa). Y ahora, duchados y limpitos, descansamos en el albergue. Bueno, descanso yo, que escribo esto tumbado, ya que Javier ha ido a dar una vuelta de reconocimiento al lugar. Imagino que para averiguar dónde desayunaremos mañana o dónde cenaremos esta noche. Yo confío en él.
Este tramo del Camino es muy diferente a los dos que he hecho anteriormente, el francés desde Saria y el portugués desde Tui. No hay peregrinos por el camino. En el albergue hay unos diez cuando hemos llegado, pero con ninguno nos hemos cruzado. Seguramente salieron desde Orense y han ido por delante toda la etapa. Pero en el camino no hemos visto a ninguno. A ningún peregrino, ni casi a ninguna persona. Al menos, en esta primera etapa.
Seguiremos atentos los próximos días. Sed buenos.