Sol y luna. Es el nombre del bar en el que hemos desayunado. Llegamos aún de noche y lo abandonamos con los primeros rayos del sol bañando la fría mañana de Cea.
Sol y luna. Misteriosa luna. El bar tenía una decoración entre enigmática y vintage, que rozaba lo grotesco, sin llegar a caer en ello. Un luminoso de Scalextric presidía la sala en cuyas paredes se ofrecían toda clase de cosas. Las needful things de la novela de Stephen King, aquellas con las que el diablo, Max Von Sidow en la versión cinematográfica, compraba la voluntad de los habitantes de aquel pueblo de la América profunda, que no debía de ser mayor de lo que es Cea. Relojes de cuco, máquinas de escribir antiguas, maniquíes, puzzles y juegos descatalogados, porcelana antigua, botellas de licor convertidas en lámparas…
Sol y luna. A diferencia de la etapa de ayer, hoy no había nubes. Ha hecho un sol brillante desde el primer momento. Algo de frío, pero para caminar se agradece. Ha sido una etapa corta, con algunas subidas de consideración, pero corta. Es lo que el cuerpo nos pedía, entre la etapa de ayer y la que nos espera mañana, otros 28 kilómetros (la de hoy ha sido la mitad), aunque esta vez parece que sólo de bajada.
La etapa ha sido dura, aunque obviamente no tanto como la de ayer. Por las subidas, por el cansancio acumulado… Esta tarde servirá para recuperarnos, acostados en el albergue. En cualquier caso, en Dozón tampoco es que haya muchos sitios a los que ir.
Hemos comprado algo para cenar en el supermercado de una gasolinera que hay a la entrada del pueblo. Pan de molde y algo de fiambre. En los dos bares que hay en este sitio no ponen de comer. En uno al menos. En el otro, sólo bocadillos, pero se han quedado sin pan.
Peregrinos en el camino
Hoy sí nos hemos encontrado a varios peregrinos. Concretamente a tres, con los que coincidimos ya en el albergue de Cea. Uno caminaba solo. Salió antes que nosotros, pero lo adelantamos cuando paró a tomar café. Luego nos adelantó él y volvimos a encontrarnos ya en Dozón. Confiaba en alojarse en el albergue municipal, pero está cerrado por obras. Ha cogido un autobús hasta Lalín, y mañana se dirigirá hacia Palas de Rei, en el camino francés.
La verdad es que esta variante del Camino es muy hermosa y está poco transitada, lo que hace que no esté tan masificada como el final del camino francés o el portugués, pero, por contra, tiene muy pocos servicios, lo que obliga a hacer etapas muy largas para poder pernoctar. Esta circunstancia lo complica para peregrinos que no estén muy en forma, como es nuestro caso. Por eso, lo que hoy toca es descansar y recuperarnos lo más posible.

Los otros dos peregrinos con los que nos hemos cruzado en varias ocasiones durante la etapa de hoy eran dos estadounidenses que parecían gemelos y no eran siquiera hermanos. También coincidimos con ellos en el albergue de Cea. Uno había empezado a caminar en Sevilla, el otro se le unió en Salamanca. Esto les debe de parecer un paseo. Los hemos visto abandonar el camino en un taxi, junto a una joven peregrina que, lesionada, ha decidido detener aquí su peregrinación. Es triste, pero así es el Camino. Así es la vida. No sé si ellos volverán para continuar su peregrinación aquí o seguirán desde Lalín, que es a donde se dirigía la muchacha lesionada para tomar un tren.
El sol y la luna son las dos caras de la misma cosa. El día y la noche, la vida y la muerte, el alfa y el omega. Como el camino mismo, que o sube o baja, y en el que el sufrimiento y la felicidad se alternan, cuando no van de la mano.