Lourdes es una especie de Babel en la que predomina el italiano, pero en la que también se habla alemán, holandés, por supuesto inglés y francés, y hasta español. Montserrat es una señora que tiene una tienda de recuerdos de Lourdes y para la que hemos sido una especie de aparición: en cuestión de tres minutos nos ha contado su vida (es de la provincia de Huesca, vive a menos de dos horas de Lourdes, por lo que puede ir y volver a su casa en el día, pero tiene a su padre. con 91 años, enfermo y por eso vive ahora en la ciudad francesa. Está deseando que llegue mediados de octubre, porque cierra la tiendecita durante unos meses para descansar, pero al mismo tiempo le da pereza porque tiene que hacer inventario de todo el material, «hasta la última estampita»), y nos ha preguntado detalles de la nuestra, aunque hay que reconocer que la mujer ha sido discreta, ciertamente, e incluso encantadora.
Nos ha contado (dentro de los tres mismos minutos mencionados) que la temporada alta en Lourdes va de Pascua (la de Resurrección, para los menos avezados) hasta noviembre, con picos importantes el 15 de agosto (por la Asunción), la primera semana de octubre (por la Virgen del Rosario) y el 11 de febrero, obviamente por la conmemoración de la aparición de la Virgen a la pequeña Bernardette. Montserrat abre también el 8 de diciembre, por la Inmaculada, pero «sólo para los amigos».
En esta Babel pirenaica se puede uno encontrar casi de todo y a todo tipo de personas. Peregrinos, enfermos, devotos, voluntarios y mucho inclasificable… Emilio dice que mis observaciones resultan un tanto irreverentes en ocasiones, pero qué puedo hacer yo, que no tengo la culpa de que en esta ciudad haya una tienda que se llame ‘Tara shop’; o que un tipo con suficiente arrojo como para intentar hacerle la competencia a la propia Iglesia en materia de sanaciones haya instalado un tenderete a no más de cien metros de la entrada al recinto en el que está la gruta de la que brota el agua sanadora, en el que vende al módico precio de 7 euros los 50 mililitros supuestos remedios naturales infalibles contra los dolores, el reúma, las migrañas, el insomnio, la diabetes y no sé qué más. Y todo eso, mientras una tuna femenina de no sé qué universidad aragonesa interpreta a todo pulmón ‘¡Que viva España!’
En esto va a tener razón el vecino de Emilio en la grada del estadio que antes se llamaba Benito Villamarín, cuando dice, al ver el espectáculo que se ofrece ante sus ojos que «no puede ser que uno venga confesado y estos tipos le hacen a uno decir cosas». Mea culpa.