Así que no hay que preocuparse, que no es cervea la que se va a perder por las escorrentías en las aguas del Rhin. Por cierto, que hoy en Estrasburgo, haciendo de guiris, nos hemos comprado unas cervezas de chocolate, que tendremos que hincarnos en algún momento (cuidadito con los chistes fáciles). Y es que hemos entrado en el museo del chocolate de la fábrica de Marquise de Sévigné de París, que a lo mejor es muy importante (la fábrica, no el museo), pero que a nosotros nos ha parecido un pelín cutre (el museo, no la fábrica, que no lo es si miramos los precios).
No es lo único que hemos hecho en Estrasburgo, que conste, que nos hemos pateado bien el precioso conjunto conocido como La Petite France y parte del centro histórico, con su hermosa catedral gótica y sus mimos en la plaza adyacente, en lo que se está convirtiendo en una especie de globalización del arte callejero. Los miro y pienso que en cualquier momento, a la vuelta de la esquina de cualquier rue me voy a topar con el cowboy de a pejeta que se deja ver por la zona de la calle Sierpes y la Encarnación en Sevilla. Les echas unas monedas, hacen como que bailan unos segundos, y luego se vuelven a su posición habitual de stand by, hasta que alguien les vuelve a dar dinero. Si no, no se mueven.
En eso recuerdan a los políticos, sin ir más lejos a los del Parlamento Europeo, que hacen como que trabajan, pero en realidad se encuentran en posición de stand by, a la espera de que el partido los reclame (o no). Y, entre tanto, bailan sólo cuando les echan dinero. Aunque es cierto, seamos justos, que si el Parlamento Europeo estaba hoy cerrado tal vez sea porque era domingo. Hemos ido a visitarlo, y no hemos podido ni hacernos una foto de guiri ante el impresionante edificio con todas las banderitas. La culpa tampoco de esto es de los diputados. La tecnología a veces falla (o fallamos nosotros, que hoy no estoy por echarle a nadie la culpa de nada). La batería de la cámara se acabó cuando pasábamos por el llamado Puente de San Martín, en La Petite France. No hay problema, para eso está la de repuesto. Claro que ésta debería estar cargada para que sirva para algo… Tres o cuatro fotos después, justo ante el edificio del Parlamento Europeo, mientras poníamos cara de foto y al ciudadano europeo de turno (como la presidencia) que le pedimos que nos hiciera una foto se le ponía cara de no haber roto un plato, la pantalla de la cámara se volvía negra… por falta de batería.
Ya está el problema resuelto. Las baterías, de la cámara y las nuestras, ya están recargadas tras un día de reposo. La Selva Negra (Schwwarzwald) nos espera.