Llegó lo que parecía que nunca iba a llegar. He llenado el depósito de gasolina de la moto, a 1,50 el litro, y he empezado a hacer cálculos mentales a partir del consumo medio de mi estrella de medianoche… Es mejor no hacerlos. El viaje no tiene marcha atrás. Hemos vuelto a quedar donde siempre para desayunar. Con las motos cargadas y en disposición de marcha. El que llegue el último paga. Repaso una y otra vez el contenido del equipaje, creo que no me dejo nada atrás. He apagado el móvil y he encendido el de las vacaciones. Lo tienen la familia y los muy amigos. Prohibido llamarme por motivos de trabajo. Ha habido un ERE y la empresa ha seguido adelante. Podrán esperar a que vuelva en septiembre.
Haremos noche en Cuenca. ¿Por qué? Ni idea. Así lo decidimos. Vamos a iniciar en Jaca nuestro particular peregrinaje, que nos llevará, con el Camino de Santiago como coartada, a recorrer algunos de los lugares más hermosos del norte de España. Serán los que el viento diga. No hay ruta trazada. No hay más meta que la de dejarnos llevar a cualquier santuario histórico, artístico, religioso, paisajístico o gastronómico en el que estos dos peregrinos sean bien recibidos.
Me gustaría recorrer algunos de los sitios por los que ya pasé cuando hice el camino a pie. En mi equipaje he metido a las personas con las que compartí aquella experiencia única. Y quisiera poder encontrarme con algunas de las que nos hicieron entonces el camino un poco más llevadero, para regalarles el libro en el que los tres peregrinos dejamos constancia de aquella inolvidable e irrepetible aventura. Casi se me olvida cogerlos. Ya están en la maleta, junto con la guía de Los Caminos de Santiago en moto y los Retratos de Truman Capote: Marilyn Monroe, Elisabeth Taylor, Charlie Chaplin, John Huston, Pablo Picasso, Louis Armstrong, Humphrey Bogart y otros muchos, vistos por el autor de A Sangre fría.
Antes de partir, quiero dedicar este viaje, especialmente, a cuatro personas con las que he compartido durante muchos años el maravilloso viaje diario de la vida en una redacción y a las que un giro del destino, por usar la expresión de Bob Dylan y por no añadir más calificativos a la puñetera crisis y sus malditos gestores, les ha llevado a iniciar nuevos caminos por sendas diferentes a las que hasta ahora habíamos compartido. Estoy seguro de que nuestros caminos seguirán entrelazándose hasta el final.
Encomiéndome, pues, al apóstol Santiago, a San Cristóbal, a la Virgen de los Reyes y a la Esperanza de la Macarena, al Señor de la Salud y Buen Viaje y al que está en San Lorenzo, cuando estoy a punto de iniciar un nuevo viaje, para que igual que parto regrese y para que los caminos que cada uno emprenda terminen acercándonos a todos a la meta última de la felicidad.
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Nota: Por Cuenca, por cierto, no se pasa. A Cuenca hay que ir.