Ni Camino de Santiago, ni Praga, ni Bayreuth, ni ópera de Wagner… Lisboa y lo que venga. Los viajes son como la vida misma, no siempre salen como uno los planifica. Pero eso no debe suponer ningún fracaso, sino todo lo contrario: un nuevo reto. Como cada curva en la ruta. Como cada momento en la vida. Los sentidos puestos en lo que uno hace, no en lo que pudo haber hecho o en lo que hará algún día, que sólo el presente existe, y es efímero.
Llegar en moto hasta Lisboa no supone una gran proeza. Pero se trata de disfrutar de la carretera, de sentir otra vez el viento en la cara, de oler el campo y beber el vino, de contemplar atardeceres únicos, de sentir la libertad de detenerse allí donde a uno le plazca… Las circunstancias nos han hecho replantearnos el viaje a Bayreuth a última hora. Sobre todo a la vuelta, cierta premura de tiempo nos iba a obligar a recorrer demasiados kilómetros cada día en una contrarreloj por llegar en tiempo y hora a las obligaciones que nos esperaban en casa. Y viajar en moto es otra cosa: el viaje no se puede convertir en un problema y la moto en una carga.
Nuestro viaje, que comienza en unas horas, nos llevará a Lisboa como primer destino. Entraremos en Portugal por Rosal de la Frontera, recorreremos una preciosa carretera de poco tráfico a través del Alentejo, y sólo tomaremos autovía a unos cien kilómetros de la capital portuguesa, donde habremos de pagar un pequeño peaje para entrar en la hermosa ciudad de Fernando Pessoa por el impresionante puente colgante que lleva por nombre la fecha de la revolución según Portugal, 25 de Abril.
Allí nos espera la Brasileira de Pessoa, por supuesto, pero también el Chiado y la Baixa, la Praça do Comercio, que se abre al Tajo donde éste pierde su nombre de río, el Castelo de Sao Jorge, Alfama y el fado, la Torre de Belem, los Jerónimos y su estilo manuelino, la cervejeria Nova Trindade, la iglesia del Carmo, donde empezó la revolución, el museo de la Fundación Gulbenkiam, las playas de Cascais, el cabo Espichel, propiedad del viento, Sesimbra y Sintra, con su Palacio da Pena… Y sobre todo, el tiempo.
Después ya veremos.
Ahora toca repasar (de nuevo) el equipaje. Los papeles de la moto, la documentación personal, el segundo juego de llaves, por lo que pudiera pasar, los cargadores de la cámara, el móvil y el ordenador, el GPS, las guías, el chubasquero, porque nunca se sabe, la ropa por supuesto, los pulpos para un por si acaso, el chaleco reflectante, las gafas y las lentillas… y a dormir. Boa noite.