Hoy no se me ocurre nada en particular de lo que escribir. Tal vez sea por cansancio o porque el día se nos ha ido por la carretera. Por cierto, que hoy hemos pasado cerca de un sitio que se llama Roquefort, como el queso, pero esta vez no nos hemos parado. O sea, que olvídense vuesas mercedes de probar queso roquefort traído en este viaje. Entre otras cosas, en el camino que aún nos queda, unos 1.200 kilómetros hasta Sevilla, podría verse un numerito a propósito del queso, los olores y el calor.
A propósito de calor, aunque no tiene nada que ver: estamos en Lourdes, alojados en un hotel… Bueno, alojados en un hotel, que tiene cocina y, ¡por fin!, nevera en las habitaciones. Lo de la cocina es lo de menos, pero la nevera es un punto. En la tiendecita que hay junto al hotel, entre rosarios, estampas de la Virgen y botellitas un tanto peculiares (dejémoslo así) con la forma de aquel encuentro de la Inmaculada Concepción con Bernardette Soubirous el 11 de febrero de 1858 para que los peregrinos la llenen con agua de la que brota de la gruta de la aparición, había tres cervezas. Y digo bien, había, porque hemos arramplado con ellas (a 1,50 euros) y están en este momento cogiendo temperatura en la nevera del hotel. Ya veremos qué cuenta damos de ellas mañana.
Cuestiones de fe aparte, Lourdes resulta frustrante. Al menos para mí. No por sabido deja de ser desagradable contemplar todo el negocio montado en torno a la cueva famosa y al santuario erigido sobre ésta aprovechándose para ello de la fe y la desesperación, en ocasiones, de las personas. Supongo que no tengo la fe suficiente como para enfrentarme sin prejuicios de este tipo a un espectáculo como el que se levanta ante mis ojos. Pero bueno…
Ya digo que hoy no estoy muy fino para escribir. Pero al fin y al cabo es una forma barata de que la gente sepa que todo sigue yendo de puta madre. Motorísticamente hablando, hemos tenido la primera sesión de carreteras de alta montaña en la jornada de hoy. Siempre se agradece. No han sido muchos kilómetros, es cierto, porque Lourdes está muy al principio de los Pirineos en la parte francesa, pero espectacular en paisaje y trazado, bajo una amenazante nube negra que no ha llegado a descargar. Mañana creo que no moveremos las motos. Daremos un paseíto por la ciudad (con lo que yo he visto ya de santuario, cueva y otros lugares píos ya tengo suficiente; pero igual mañana me doy otro garbeo por la zona), descansaremos, disfrutaremos del ambiente y de una pizzería que hemos encontrado fuera del circuito turistico de Lourdes, que no es pequeño, donde nos hemos comido un maigret de pato que estaba realmente bueno, y os iremos pronto a dormir, que los Pirineos españoles nos esperan a la vuelta de la siguiente curva.