Los que nos dedicamos a lo que me dedico yo, por algo de vocación y por mucho de obligación, y hemos oído alguna que otra vez esa milonga del pánico que produce enfrentarse al folio (se decía antes, ahora sería la pantalla) en blanco, sabemos que existen maneras de superarlo. La más efectiva, sin duda, y la más directa no es otra que tener cosas que contar.
Quizá por eso no he sido capaz yo mismo de mantener vivo ninguno de los blogs pseudopolíticos que he comenzado a escribir y cuyas referencias ahorraré a los lectores, pocos o muchos, que pudiera tener esta nueva bitácora. El roce hace el cariño… en ocasiones. Otras veces, el roce y el conocimiento le lleva a uno a sentir el desprecio más absoluto de aquello cuya realidad le es familiar. Por ello, quizá, he llegado a sentir tal hartazgo de la política, tal desprecio por ella y por sus actores, los principales y los secundarios, que quizá por ello, digo, he terminado cansándome de escribir de política en esos otros blogs. Un día descubrí que sólo hablaba de este hartago… y me harté. Por ahí deben de andar en la red los rescoldos de aquellas hogueras que un día encendí porque sentí que tenía algo que contar. Pero ya no me interesan.
Ahora siento, sin embargo, que esta aventura que está empezando me puede llevar muy lejos. A mí, y al que quiera acompañarme en este viaje sin fin. Por que los viajes, también los viajes en moto, empiezan mucho antes de colocarse el casco y no terminan nunca, mientras uno no quiera. De hecho, yo sigo viajando aún a Lisboa, sido cruzando el Tajo por el Puente 25 de Abril y sigo conduciendo la moto por la izquierda bajo la lluvia tratando de llegar a Ely, al norte de Londres, y sigo perdiéndome en la ciudad del Támesis tratando de alcanzar la autopista que me lleve a Cambridge, y sigo mareándome en el ferry que nos transporta, a mí y a mi moto, de vuelta a España surcando un embravecido Golfo de Vizcaya. Y sigo disfrutando de los montes vascos y del puerto de Orduña, de su mirador y de sus curvas imposibles.
Y ya hace tiempo que empecé a disfrutar, sin rodarlos aún, de los Alpes, que si los cruzaré por Suiza, que si lo haré por Austria, que si ya que llego a Munich, por qué no llegar hasta Praga y cruzar en la moto el río Moldava por el Puente de Carlos… Que si entraré en Alemania por Francia o lo haré por la Verona de Romeo y Julieta, que si por qué no voy a París ya que estamos, que si la vuelta por Pamplona…
Ay… Ya he empezado mi nuevo viaje. Y eso que aún me quedan dos meses para cogerme las vacaciones.